La palabra anestesia está formada por dos raíces griegas: an y estesia= sin sentir.
La anestesia local es aquella que se aplica directamente sobre los tejidos de la zona que se va a intervenir. Se emplea para intervenciones menores sobre partes muy circunscritas.
Los anestésicos son sustancias que inducen la incapacidad temporal de percibir un estímulo porque actúan en el sistema nervioso periférico o central (cerebro) para poder reprimir las respuestas al dolor, la presión y el tacto. Pueden aplicarse sobre las mucosas, de manera subcutánea (infiltración) o sobre un tronco nervioso (regional).
Los anestésicos locales tienen que ser depositados cerca del nervio de modo que se pueda producir la difusión óptima de éstos, proporcionando una anestesia profunda y una experiencia dental sin dolor. La importancia de esto se demuestra por el hecho de que cuando se le pide a los pacientes nombrar los factores más importantes a la hora de seleccionar a un dentista, los 2 más importantes son:
- un dentista que no provoque dolor
- una inyección indolora.
Desafortunadamente, para no causar dolor, los anestésicos locales tienen que ser inyectados usando el cartucho, la jeringa y la aguja. Esto provoca miedo a las agujas (tripanofobia) y sus consecuencias, es decir, la aparición de síncope u otras emergencias médicas durante la inyección del anestésico local.
Más de 50 % de las emergencias médicas que ocurren en los consultorios dentales sucede durante o inmediatamente después de la administración de un anestésico local.
Quizá ningún especialista en el área médica utilice tanto la anestesia local como el cirujano dentista, por lo que si no se conocen adecuadamente sus efectos farmacológicos, así como los cuidados que se deben de tomar antes y después de aplicarlos se convertirán en un verdadero problema para la atención de los pacientes.